15 septiembre, 2011

PRADERA Y BOSQUE

Dos parajes hermosos, cada uno con su encanto. Un río de agua transparente que los divide. De un lado el bosque, misterioso y mágico. Con grandes árboles frondosos, el aire susurra sonidos,se escuchan las ramas crujir cuando pasa por su altas y tupidas copas. Matices de verdes con más de mil tonalidades. Los rayos del sol penetran por las ramas, brindando una suave luz,borrosa por la bruma. El suelo lleno de hojas, troncos, montículos de musgo, tierra y yerba. Las rocas de diferentes tamaños, colocadas sin sentido. Una vereda que no sé si entra o sale de aquel espectáculo de luces, olores y sonidos. Un sinnúmero de habitantes, pequeños y grandes, todos mimetizados con el ambiente. Seres llenos de vida, algunos mágicos y sorprendentes.

Del otro lado de aquel río se extiende una hermosa pradera, con tonos verdes y dorados por el resplandor del sol. Suave la brisa hace bailar el alto pasto y sus flores, blancas y amarillas, en una danza ligera, armoniosa. Un árbol fuerte, ergido y estoico, produce una fresca sombra a su alrededor. como invitándome a recostarme y descansar. Larga, extensa, la pradera parece no tener fin. Aves que zurcan el cielo, en unión. Pequeños insectos que disfrutan de aquel hermoso paraiso, ocultándose entre el alto pasto. Otro tanto de seres que viven dentro de esta extensa tierra, glamorosa y sencilla a la vez.

Yo, parada en el río, con el agua cubriéndome las pantorrillas, en constante movimiento. Puedo ver a traves de ella, el fondo cubierto por piedras lisas, redondas, en tonos claros y obscuros, gris,café y negro, son los colores que distingo, si observo bien, también existen algunas de tonos ladrillo, rojizas y hasta algunas amarillas. Veo cómo los tallos de las plantas de las orillas se inclinan hacia la corriente, dejándose llevar pero sin ser arrancadas, tan solo fluyendo.

Disfruto del agua, y de estas dos vstas tan distintas, pero ambas hermosas.

Parece que espero algo, quizá una lechuza que salga del bosque, y que con su particular voz me invite a aventurarme en esa magia. En el espesor del misticismo que tiene este ambiente. O quizá, sea un colibrí que me sugiera, con su danza particular, recorrer la paz de la pradera.

Sigo parada dentro del río... a la espera...

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